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¿Sabes lo que Jesús hizo por ti? ¡Imítalo!

“Como hijos amadísimos de Dios, esfuércense por imitarlo”
Efesios 5, 1
Biblia Latinoamericana

Dios nos ama incondicionalmente y nos lo demuestra a diario, pero sobretodo eso, ¿qué mejor demostración que haber pagado al mundo nuestra salvación con el precio de la sangre de Su hijo? Y mira si no es bueno que en este momento tenemos el sentido de la vista que nos permite leer, o el de la escucha para escuchar a quien nos lee esto, y en ambos casos el sentido del amor que hace arder nuestro corazón cuando acogemos en él las palabras amorosas de nuestro Padre Dios.
Muchas veces leemos la Palabra de Dios y vemos películas, en especial la de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, y ambas cosas no se quedan más que en un bello recuerdo, en un momento, tan solo en un momento el cual ni siquiera sabemos poner en práctica para toda la vida, peor aún si desconocemos que esa práctica de la Palabra es la que nos llevará a la eternidad junto al Padre. Y es que es lindo escuchar y ver cómo Jesús murió por nosotros, orar y alabar a Dios, pero ¿realmente lo estás interiorizando? ¿Estás entendiendo cómo un ser humano soportó latigazos, burlas, cachetadas, salivazos, clavos, cargar con una madera bastante pesada? ¿Realmente lo has pensando objetivamente y has dejado de pensar o soñar que es un cuento de una película o que es un ‘relato’ de la Biblia? Dice Isaías en su profecía de la pasión de Jesús en el capítulo 52 verso 14 “…estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano” ¿Te imaginas cuánto maltrato físico debe recibir un persona para perder su aspecto de humano?
Pensemos ahora en lo que hacía Jesús. Jesús se pasaba proclamando las bondades de Dios Padre, haciendo milagros en Su nombre: sanaciones, liberaciones, etc. Jesús daba consuelo al herido, al oprimido, al que sufría. ¿Y cuántos amigos tenía en realidad? Te das cuenta de que Jesús, al igual que tu, comía, se bañaba, sufría físicamente como tú lo haces al enfermarte, sentía amor y dolor humano de acuerdo al momento, así como tú lo sientes por tus seres queridos o cuando alguien te hace daño. Entonces, “hijo amadísimo de Dios”, ¿qué más necesitas para esforzarte en imitarle? Si te fijas bien, es un esfuerzo lo que se nos pide aquí y si hay que hacer un esfuerzo es porque no es fácil, pero hay que hacerlo. ¿O es que acaso alguien dijo que sería fácil? Entonces bien, ¿Lo estás haciendo? ¿Te estás esforzando? Pero ¿qué tanto? ¿Tiras la toalla desde el primer intento o realmente piensas en cuánto sufrió Jesús y te mantienes en pie? Mira la vida de los santos, son personas como tú y como yo, humanos también, y han hecho grandes obras, se han esforzado verdaderamente. ¡¿Necesitas aún más ejemplos?!
Este es el mandato: “…sean santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1, 16). Así que esfuérzate, pero con ganas, haz un verdadero esfuerzo porque el plan de Dios es que todos lleguemos a la santidad y por Su gracia compartir con Él en la eternidad.
Cuando te sientas mal, dígase: triste, solo, cansado, etc., recuerda que Jesús sufrió más que eso, más que cualquier cosa que puedas estar pasando y que Dios te ama incondicional e infinitamente, así que ¡ánimo! y ¡esfuérzate por imitar a Dios!

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