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Mostrando entradas de 2020

Relación matrimonial a la luz de la Palabra

Las mujeres deben respetar a los maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia, que es su cuerpo. Así, como la Iglesia se somete a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a los maridos. Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para limpiarla con el baño del agua y la palabra, y consagrarla, para presentar una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e irreprochable. Así tienen los maridos que amar a sus mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se ama a sí mismo; nadie aborrece a su propio cuerpo, más bien lo alimenta y cuida; así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su cuerpo.  Por eso abandonará el hombre a su padre y su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.  Ese símbolo es magnífico, y yo lo aplico a Cristo y la Iglesia. Del mismo modo ustedes: ame cada uno a su muje...

Conducta cristiana

  En nombre del Señor les digo y recomiendo que no procedan como los paganos: con sus inútiles pensamientos, con la razón oscurecida, alejados de la vida de Dios, por su ignorancia y dureza de corazón. Porque, endurecidos, se han entregado al desenfreno y practican sin medida toda clase de indecencias.   Pero no es eso lo que ustedes han aprendido de Cristo; si es que de veras oyeron hablar de él y de él aprendieron en qué consiste la verdad.   Despójense de la conducta pasada, del hombre viejo que se corrompe con sus malos deseos; renuévense en su espíritu y en su mente; y revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios con justicia y santidad auténticas.   Por lo tanto, eliminen la mentira, y  díganse la verdad unos a otros,  ya que todos somos miembros del mismo cuerpo.  Si se enojan, no pequen.  Que la puesta del sol no los sorprenda en su enojo, dando así ocasión al demonio.   El que robaba no robe más, y póngase a trabajar honestam...

El que tenga oídos para oír que escuche

"En otra ocasión se puso a enseñar a orillas del lago. Se reunió junto a él tal gentío que tuvo que subirse a una barca que estaba en el agua; se sentó mientras la gente estaba en tierra junto al lago. Les enseñaba muchas cosas con parábolas, esto es lo que les decía:   —¡Escuchen con atención! Salió un sembrador a sembrar. Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad brotaron enseguida; pero, al salir el sol se marchitaron, y como no tenían raíces se secaron. Otras cayeron entre espinos: crecieron los espinos y las ahogaron, y no dieron fruto. Otras cayeron en tierra fértil: brotaron, crecieron y dieron fruto; produjeron: unas treinta, otras sesenta, otras cien.   Y añadió:    —El que tenga oídos para oír que escuche.    Y les añadió:    —Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a entender las restantes?   El que siembra, s...