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Deja el afán


“A [sus] discípulos les dijo:
—Por eso les digo que no anden angustiados por la comida para conservar la vida o por la ropa para cubrir el cuerpo. La vida vale más que la comida y el cuerpo más que la ropa.”

Lucas 12, 22
La Biblia de Nuestro Pueblo


En este comienzo del sermón del monte, Jesús nos invita a abandonarnos en las manos de nuestro Padre-Madre Dios, para quien sus hijos e hijas somos las criaturas más importantes de toda Su creación.

Día a día, desde que despertamos hasta que nos acostamos a dormir en las noches, nuestra mente se la pasa en proceso de analizar y preocuparse porque las cosas (materiales) que necesitamos para sobrevivir (no necesariamente para vivir) estén disponibles, estén en buen estado, o que sean las mejores. Sin embargo, de todo ese tiempo de procesamiento de la mente, ¿cuánto estamos sacando para ocuparnos (no preocuparnos) por las cosas que realmente necesitamos para vivir?, las cosas que verdaderamente tienen valor y nos ayudan a mantener nuestra alma sana en presencia de Dios.

En conclusión a este sermón del monte, en el versículo 31 de este mismo capítulo de San Lucas, Jesús nos indica que con tan solo buscar el reino de Dios es suficiente y lo demás lo recibiremos por añadidura. Y esto es mis hermanos porque si Dios que a las plantas, animales y demás seres vivos, no humanos, Dios les da lo que necesitan para el día a día, ¿cuánto más no nos dará a nosotros que somos sus semejantes? Nos vivimos afanando por cosas materiales que no nos llevarán a la vida eterna, que no glorifican a Dios, quien nos da todo lo que en verdad necesitamos; y así dejamos en último lugar las cosas de Su reino.

Y, recordemos además este pasaje que también nos relata San Lucas, en el capítulo 10, versículos del 38 al 42, en el cual Jesús también nos indica que debemos concentrarnos en las cosas de Dios y dejar de afanarnos por las cosas de este mundo que a la larga no tienen ningún valor:

“Yendo de camino, entró Jesús en un pueblo. Una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras; Marta ocupada en los quehaceres de la casa dijo a Jesús:

—Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en los quehaceres? Dile que me ayude.

El Señor le respondió:

—Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la quitarán.”

Evalúa hoy en tu vida, ¿qué tanto estás buscando del reino de Dios? ¿Qué tanto te preocupas por las cosas de este mundo? ¿Cuánto afán pones en lo material?

Sé como María, y escoge la mejor parte, Jesús te asegura ¡que nadie te la podrá quitar! Y recuerda que “la vida vale más que la comida y el cuerpo más que la ropa”.

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